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En las escarpadas tierras bajas de Sinaloa, al sureste de la ciudad de Culiacán, en territorio del narcotraficante Mayo Zambada, yace un mausoleo con el cadáver del querido cantante local Chalino Sánchez. Chalino emigró a Los Ángeles y allí forjó su carrera, por lo que su vida representa una versión alternativa del sueño americano. Pero fue fervientemente fiel a sus raíces y regresó una y otra vez a su tierra natal, donde fue asesinado en 1992 y, como describe su canción “Ya Después De Muerto”, le aguardaba una tumba fría.
Chalino cosechó éxitos con interpretaciones de canciones de amor que cantaba con su singular voz áspera, como Nieves de Enero, que se puede escuchar desde mercados de la Ciudad de México hasta obras de construcción en Carolina del Norte, e incluso en YouTube, donde cuenta con más de 500 millones de visualizaciones. Pero fue el rey indiscutible del narcocorrido, redefiniendo el género en una forma que desde entonces ha alcanzado una popularidad explosiva.
A medida que los narcos se han vuelto más sanguinarios, desatando masacres y fosas comunes, la música sobre ellos ha generado más interés, especialmente porque los capos pagan por encargar canciones. Chalino representa una era más refinada de valientes, que sacan pistolas de sus cinturones vaqueros. Pero su influencia se puede sentir en las nuevas baladas narco, así como en artistas más comerciales como Peso Pluma, que alcanzó el top 10 en Spotify.
Fotos adornan el mausoleo de Chalino. Se lo ve con su texano ladeado, lo que demuestra que fue un ícono de estilo que influiría en una generación de jóvenes a ambos lados de la frontera. Se lo ve del brazo de su hermano Armando, un pollero corpulento y rudo, asesinado en Tijuana en 1984. La pared del fondo está llena de un mural que representa a Chalino bajo la luz de la luna, con una pistola en la mano derecha y un micrófono en la izquierda, mientras una banda de música sinaloense toca. A lo largo del mural se puede leer: “Nunca Tuve Miedo”.
Usamos esta frase para una serie de televisión de cinco partes sobre Chalino, Nunca Tuvo Miedo, lanzada en ViX en 2023, que puedes encontrarlo aquí. Cubrimos la vida del ícono con entrevistas íntimas con sus seres queridos y colegas músicos, además de un archivo exclusivo. Como productor y escritor, pasé un año viajando a Los Ángeles y Sinaloa, emborrachándome varias veces en los soleados ranchos con los hermanos de Chalino e incluso con un pistolero para quien Chalino escribió un corrido. Ellos pintaron una vívida imagen del ser humano detrás de la leyenda: hiperactivo, audaz, impulsivo, inteligente, ambicioso, y romántico. En este artículo, expongo algunas de las revelaciones que obtuve, y creo que este es el panorama más completo de la vida de Chalino.
El periodista Sam Quinones escribió una excelente e influyente historia sobre Chalino en su libro de 2001, “True Tales From Another Mexico”, que detalla cómo transformó la cultura de Los Ángeles, poniendo de moda el estilo Sinaloa entre los jóvenes mexicoamericanos. Sin embargo, la familia discrepa con un punto muy delicado, y desenterré nuevos detalles sobre la infancia de Chalino, sus condenas en prisión y sus tiroteos. También supe quién pudo haberlo asesinado y por qué. Para muchos en el ambiente, no es un misterio, pero aun así es peligroso decirlo en voz alta.
Rosalino de El Guayabo
Chalino nació como Rosalino Sánchez Félix el 30 de agosto de 1960, en un rancho de chozas de madera llamado El Guayabo. Si bien se encuentra en el municipio de Culiacán, está a dos horas de la ciudad por caminos de terracería; no es una zona montañosa como la de El Chapo, sino igual de mafiosa, con cultivos de droga y pistoleros errantes. Chalino era el menor de diez hijos: dos niñas que murieron de bebés, seguidas por Lucas, Armando, Francisco (o Pancho), Regulo, Espiridión (o El Indio), Juanita y Lázaro. Sus hermanos se burlaban de él llamándolo “Rosa”, así que cambió a su nombre Chalino.
Cuando tenía unos cinco años, su padre se cayó de un árbol y se golpeó la cabeza, dejándolo gravemente herido, para luego fallecer a causa de las heridas. Su madre se llevó a sus hijos a vivir con familiares en el cercano rancho de Las Flechas, donde sobrevivieron trabajando en el campo. “Chalino era mi compañero; siempre trabajábamos juntos recogiendo tomates”, recuerda Juanita. “Cantaba y cantaba dondequiera que estuvo. Parecía un pajarito... Siempre soñó con ser un cantante famoso”.
La vida en el campo era dura, con disputas entre familias dispersas que desencadenaban numerosos asesinatos y el “robo” de niñas de clanes rivales. Un incidente brutal provocaría la partida de Chalino. Después de medio siglo, la familia aún es reticente a dar detalles, pero se cometió una ofensa contra Juanita y, a los quince años, Chalino cometió una venganza contra uno de los perpetradores, lo que lo obligó a huir.
El incidente se describe en la balada El Corrido de Rosalino. «Dejo su tierra natal; Porque así quiso el destino; Por defender su familia; Por eso peleo Chalino.». Chalino cantó la canción sobre sí mismo, pero su hermano Indio la compuso, me cuenta Indio.
Chalino se fue a Los Ángeles a finales de los 70 y trabajó en el campo y en restaurantes, pero anhelaba algo más, dice su hermana. “Si lo mandaban a limpiar un baño, decía: ‘No, compa, no vine aquí a limpiar baños, vine a ser un artista famoso’”.
Con el estrellato aún al alcance, Chalino trabajó con su hermano Armando como pollero, traficando migrantes en Tijuana. Encontré a un compañero pollero, apodado Chaparro, quien dijo que llevaban migrantes a la frontera desde el barrio Libertad, cobrando $200 dólares por persona.
En 1980, Chalino cumplió su primera condena de tres meses en prisión por un tiroteo sin consecuencias fatales. Encarcelado en la abarrotada penitenciaría de Mesa, en Tijuana, conoció a reclusos, entre ellos el traficante Rigoberto Campos, quien posteriormente sería asesinado en su Gran Marqués, y Chalino cantaba al respecto.
De vuelta en Los Ángeles, Chalino conoció a su esposa Maricela, una mujer trabajadora y alejada del mundo de las pandillas. La cortejó con gran fervor, se enamoró rápidamente y se casaron. Sin embargo, Chalino fue arrestado de nuevo y enviado a prisión, esta vez en el condado de Los Ángeles por un delito de drogas, y su hijo Adán nació en abril de 1984 mientras Chalino estaba en prisión.
Fue en su celda estadounidense donde Chalino se dedicó seriamente a la composición, escribiendo uno de sus primeros versos sobre Bautista Villegas, un forajido sinaloense a quien llamaba “tío”. Como muchos corridos tradicionales, termina con el protagonista pereciendo en una lluvia de balas. “60 disparos el cuerpo le atravezaron
de varios calibres de la vida lo privaron”.
Cuando Chalino salió en libertad, tenía tres o cuatro canciones completas, dice su hermano Regulo. “Tomé el papel y las leí. Pensé que no iban a funcionar. Pero sí que funcionaron”. Una foto alegre muestra a Chalino en ese momento, recién salido de la cárcel, de fiesta con sus hermanos, su esposa y su bebé recién nacido en su apartamento de Inglewood. Pero justo después, la calamidad volvió a golpearlo cuando su hermano Armando fue asesinado en Tijuana.
El asesinato tuvo lugar en el hotel Santa Rita, un lugar de mala muerte a pocas cuadras de la frontera con Estados Unidos, que aún sigue en pie. Armando jugaba a las cartas con otros polleros cuando se desató una discusión y Armando golpeó a un hombre a puñetazos. El perdedor de la pelea consiguió un arma, se coló en la habitación de Armando y le disparó en su cama.
Chalino escribió otro de sus primeros corridos en honor a su querido hermano, a quien tanto admiraba. «Murió un hombre de valor, un cobarde lo mató ; Sin darle tiempo de nada, siete balazos le dio”».
El camino de tierra hacia el estrellato
Chalino se labró su camino a la fama como un auténtico artista underground. Cantaba en cantinas, vendía casetes desde su coche y construyó una red de distribución desde las calles de Hollywood hasta los ranchos de Sinaloa.
Al principio desafinaba con su voz áspera. “No canto. Ladro”, bromeaba. Pero tenía un carisma que conquistó a los borrachos. “Lo oían cantar y aplaudían”, dice Heriberto “Kiko” Olguín, quien tocó con él en sus primeros años. “Me dijo: ‘Se siente bien cuando te aplauden, ¿verdad?’”.
Muchos de esos juerguistas también eran migrantes del campo mexicano y Chalino los hizo sentir como en casa. Usaba sin complejos la jerga local, como “muncho” por “mucho” y “naiden” por “nadie”.
Se corrió la voz y personajes del hampa de Los Ángeles empezaron a encargarle a Chalino canciones, a menudo pagando con joyas o armas de fuego (cosas que a Chalino le encantaban). Los corridos tradicionalmente habían tratado sobre héroes caídos, pero ahora escribía sobre personas vivas a cambio de dinero.
“Cuando eso se popularizó, se convirtió en el nuevo género del corrido”, dice Elijah Wald, compositor musical y autor del libro "Narco Corrido. “Así que empezamos a tener todas esas canciones que ya no contaban una historia… eran simplemente: ‘Él es el mejor. Él es el más fuerte’”.
Chalino grabó sus primeros discos con Kiko en el pequeño estudio de grabación de San Ángel, en el Bulevar Olímpico, y pide casetes de una fábrica. Los vendía en lavaderos de autos, mercadillos y pequeñas tiendas. Pero también regresó a Sinaloa y se puso en contacto con un vendedor de música llamado Manuel Soto. El puesto de Soto está en un mercado de Culiacán donde los agricultores vienen a comprar herramientas y fertilizantes, y compraban una cinta. Llevaba el sonido de Chalino a los ranchos de donde provenía. “La gente pedía muchos casetes suyos, porque era, ¿cómo decirlo?, un fenómeno”, dice Soto.
La carrera de Chalino dio un gran salto en 1990. Comenzó a grabar con uno de los mejores acordeonistas de México, Nacho Hernández, y mejoró notablemente su canto. Su voz ya estaba afinada, pero seguía siendo cruda y distintiva, recordando a Bob Dylan. Empezó a actuar en dos clubes legendarios de Los Ángeles, El Parral y El Farallón. Fundados por migrantes, se convirtieron en el equivalente a la música regional mexicana del Studio 54, con los mejores artistas, mujeres vestidas de gala y hombres derrochando dinero en mesas y botellas caras.
Chalino era uno de los grandes atractivos, famoso por subir al escenario con su pistola en la cadera; un auténtico gánster cantando sobre gánsteres. Pero la personalidad que lo impulsó al éxito contribuiría a su caída. “Los valientes no pueden ser músicos”, dice Nacho. “Porque si soy valiente, al final me matarán”.
Disparando a la fama
El primer derramamiento de sangre se produjo en enero de 1992, cuando Chalino ofreció su infame concierto en el recinto Arcos de Coachella. El público estaba encendido, apasionado y alborotado, pidiendo canciones hasta la madrugada. Mientras la banda comenzaba a tocar, Eduardo Gallegos, uno de los presentes, saltó al escenario, sacó una pistola calibre .44 y le disparó a Chalino. El cantante recibió dos balazos, pero logró sacar su arma y contraatacar. Diez personas, entre ellas Chalino y Nacho, resultaron heridas. Un disparo alcanzó a otro miembro del público, René Carranza, quien murió a causa de las heridas. La multitud se abalanzó sobre Gallegos y lo abatió a golpes.
No está claro por qué Gallegos se decidió por Chalino. Le escribí desde la cárcel, pero se negó a participar en la serie. Nacho dice que Gallegos podría haberse enojado porque pidió una canción, pero Chalino no la tocó. Sin embargo, el fiscal del condado, Henry Martínez, afirma que eso no se mencionó durante la investigación y que no encontraron una explicación.
“Un tirador misterioso”, dice. “Creíamos que probablemente había un contrato, un asesinato a manos de [Chalino] por alguna razón, probablemente relacionado con drogas, heroína, específicamente”.
En una revelación reciente, un sicario sinaloense radicado en California, llamado José Manuel Martínez, alias El Mano Negra, afirmó haber participado en el tiroteo, afirmando que se trató de un asesinato por encargo que salió mal. “[Chalino] tenía más vidas que un gato”, dijo. (Puede leer la entrevista completa con Mano Negra en CrashOut aquí.)
Lo que estaba claro, dijo Martínez, era que la balística demostraba que una bala del arma de Chalino fue la que mató a Carranza. Aun así, como Chalino actuó en defensa propia, no fue acusado. En cambio, condenaron a Gallegos por iniciar el tiroteo que resultó en la muerte. “Necesitábamos usar esta teoría poco conocida llamada la Doctrina del Acto Provocador”, dice Martínez. “A eso se le llama cuando se transfiere la responsabilidad penal”.
Chalino fue llevado al hospital en coma y Maricela permaneció a su lado durante días con una pistola hasta que despertó. Le aterraba que alguien entrara y lo rematara. La seguridad detuvo a un hombre que decía ser familiar y a otro vestido de mujer al entrar en su sala.
Cuando Chalino finalmente recuperó el conocimiento y salió del hospital, descubrió que su fama había alcanzado otro nivel. El incidente apareció en la televisión y los periódicos estadounidenses. Los cholos de Los Ángeles que escuchaban hip hop comenzaron a chocar con Chalino en sus camionetas. “Dijeron: ‘No necesitamos idolatrar a los raperos que son gánsteres. Ahora tenemos a nuestro propio gánster y es Chalino Sánchez’”, dice el DJ Pepe Garza.
Esta comparación con el rap gangster se ha hecho mucho. Chalino ciertamente saltó a la fama después del éxito de NWA y otros. Algunos lo llaman Tupac o Eazy-E. La diferencia es que los narcos mexicanos se volverían más grandes y violentos que los traficantes callejeros de Los Ángeles.
Regresando a casa
Se temía que Chalino no pudiera cantar porque una bala le había perforado el pulmón. Pero para marzo, volvió a actuar y era más popular que nunca. Cuando tocó en una fiesta de quince años en Compton, acudió tanta gente que casi se desató un disturbio. Llenó el Parral, dejando colas que daban la vuelta a la manzana. Podía cobrar miles de dólares por componer corridos.
Dio la que podría ser su única entrevista televisiva en Tijuana tan solo dos meses después del tiroteo. Está lleno de vida e ingenio y ofrece una actuación vibrante. “Creen que he muerto”, dice, “que me han velado, que me han enterrado, pero...”, y se señala a sí mismo.
Como el hombre del momento, firmó un contrato con Musart, uno de los sellos discográficos más importantes de México. Valía una fracción de lo que costarían sus discos, pero le dio lo suficiente para comprar una casa para su esposa y sus dos hijos en Paramount; parecía estar poniendo sus asuntos en orden, como si supiera que algo podía pasar.
En mayo, regresó a Culiacán, Sinaloa, para dar un concierto lucrativo en el salón Bugambilias. La noche anterior, una mujer llamó a su casa exigiendo hablar con Chalino. Cuando Maricela respondió y le dijo que no hablaría, le advirtió que no fuera a Culiacán porque corría grave peligro. Chalino le restó importancia y dijo que no se preocupara.
El concierto estaba lleno, pero la tensión reinaba. El hermano Pancho dice que, al recordarlo, Chalino sabía que algo sucedería. “La verdad es que Chalino no tenía miedo”, dice. El concierto fue filmado y en un instante le pasan una nota a Chalino en el escenario, quien se seca la frente con nerviosismo al leerla. Muchos creen que era una amenaza. Pero el público también entregó notas con los nombres de las canciones, y el papel nunca se encontró.
Chalino salió del local con Pancho, Indio y algunas mujeres. A pocas cuadras, una Suburban les cortó el paso y salieron hombres armados. Pancho dice que iban de civil, no de policía. Primero intentaron llevarse a Indio, pero cuando este les dijo que no era la estrella, se centraron en Chalino. “Lo agarraron, lo subieron al coche y se fueron”, dice Pancho. Por la mañana, dos campesinos encontraron su cuerpo junto al canal, esposado y con dos balazos en la cabeza. Tenía treinta y un años y estaba en la cima de su carrera.
Ya Después De Muerto
Tres décadas después, el asesinato sigue sin resolverse oficialmente, pero también lo está el 90% de los homicidios en México. En Sinaloa se menciona abiertamente el nombre del asesino que apretó el gatillo, que ya fue asesinado pero tiene hijos, y el del narcotraficante que ordenó el asesinato. Pero la familia no quiere más problemas.
La muerte de Chalino impulsó la venta de sus discos. Millones de fans lo adoraban y sus canciones fueron coreadas por innumerables imitadores. Su hijo Adán comenzó a cantar con tan solo diez años y, siendo adolescente, despegó para tener su propia y prometedora carrera, siendo el primer artista latino en tocar en el Teatro Kodak y llenarlo. Pero luego falleció en un accidente automovilístico en 2004 con tan solo 19 años. Maricela perdió a su esposo y a su hijo. Continúa trabajando para defender su legado.
El rostro de Chalino está pintado en murales y camisetas, una imagen icónica que, como dice Wald, es una mezcla entre Scarface y Zapata. El mundo de los narcocorridos hoy en día es mucho más grande y sangriento, y vale millones. Pero eso es para otra historia. Terminaré esta con la letra de “Ya después de muerto” de Chalino. Escribió mucho sobre la gente que muere. Pero esta te hace darte cuenta de que a ti también te pasará.
“Ya después de muerto, ya después de muerto
Ya después de muerto no todo es igual
Una tumba fría es la que te espera
Se acabó todito, te llegó el final.”
Fotos de Ioan Grillo.
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