El sicario criado en California
El Mano Negra me describe sus narcogolpes por todo Estados Unidos
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Los cárteles cometen la mayoría de sus asesinatos al sur del río Bravo y tratan de evitar dejar cuerpos en Estados Unidos, donde ganan miles de millones de dólares vendiendo drogas. Sin embargo, ha habido una oleada de narcoasesinatos en tierra estadounidense que cubriré en este newsletter. Un caso que suele pasarse por alto es el del Mano Negra, oriundo del centro de California, a quien el periodista Christian Cipollini ha conseguido acceso exclusivo durante seis años para un libro que saldrá pronto. La confesión de Martinez es brutal, pero es crucial para entender cómo operan los cárteles en Estados Unidos, y a dónde podría llevarnos eso. IG
Que un narcotraficante robe a otro es un gaje del oficio, pero los enmascarados que irrumpieron en aquella casa en el condado de Volusia, Florida, en octubre de 2006 y agarraron diez kilos de cocaína escogieron al díler incorrecto: a un hombre con conexiones en el Cártel de Sinaloa. La víctima llamó a un "compadre" que era un gran operador y que le envió en avión desde California a un sicario veterano, Jose Manuel Martinez, alias El Mano Negra.
Martinez investigó al presunto perpetrador, un joven de 20 años con un negocio de albañilería llamado Javier Huerta. Entonces atrajo a Huerta y a su socio, Gustavo Olivares Rivas, fingiendo ser un nuevo propietario que necesitaba unos arreglos. Fueron de un restaurante a una casa rentada.
"Los dos idiotas me siguieron al interior de la casa", me cuenta Martinez. "Cuando entraron, cerré la puerta con seguro. Luego, mientras giraba hacia ellos, saqué las dos fuscas. '¡Al piso, cabrones, pero ya!'. Los esposé con cinchos de plástico".
El tipo al que le habían robado la cocaína fue a presenciar la tortura. "Me levanté, fui hacia Gustavo y le apreté los cinchos lo más que pude", dice Martinez. "Gustavo gritaba, lloraba y aullaba. 'Así trabajo yo', le dije".
Martinez les exprimió 210 mil dólares como pago por la coca y le permitieron quedarse con 70 mil, una de sus mejores jornadas. En cuanto tuvo el efectivo, prometió dejarlos en sus casas. Pero les dio un tiro y los botó en una pick up negra en la State Road 19, en el Bosque Nacional Ocala.
"Antes de irme, les metí otro plomo, solo para estar seguro de que se murieran".
Pasaron trece años antes de que Martinez fuera a juicio por esos asesinatos en Florida. Para entonces, ya lo habían condenado por diez homicidios, lo que demostraba que era uno de los sicarios más prolíficos del narco mexicano que habían operado en Estados Unidos en la historia. Ya tenía nueve cadenas perpetuas y cincuenta años adicionales, pero los fiscales de Florida querían la pena de muerte.
Sin embargo, la defensa presentó a su familia, quien declaró que había sufrido una infancia de abusos y que era buen padre y abuelo. Y, en un argumento que quizá fue más persuasivo, un neurólogo demostró que era el producto de incesto y que había sufrido daño cerebral. El jurado determinó que Mano Negra era culpable, pero le perdonaron la vida.
Yo lo contacté por primera vez en 2018, durante la preparación para el juicio en Florida, y hemos permanecido en contacto desde entonces, por medio de visitas a la cárcel, llamadas por teléfono y cartas. Me ha dado un verdadero botín de informes de caso, autopsias, fotografías, declaraciones juradas y un largo recuento manuscrito de su vida.
En él, describe cómo operó durante más de tres décadas sin que lo descubrieran y detalla no solo la docena de asesinatos por los que lo condenaron, sino otras dos docenas más. Mientras que los reclusos que no tienen nada que perder pueden presumir de haber cometido crímenes de los que en realidad no son culpables, los investigadores conceden que Martinez conoce detalles exclusivos de esos homicidios. Sin embargo, los fiscales tienen pocos incentivos para resucitar casos ochenteros contra un hombre que ya está cumpliendo cadena perpetua.
La confesión del Mano Negra esclarece la manera en la que los narcotraficantes mexicanos operan al norte de la frontera, y describe una reunión que tuvo con el Chapo. En una revelación impresionante, dice que formó parte del ataque contra el cantante de corridos Chalino Sánchez en Coachella, en 1992. Sin embargo, también se cuida de no revelar información sensible sobre sus cómplices. Siempre se refiere a su jefe principal solo como Mr. X, y deja muy claro que nunca delató a nadie.
Martinez tiene una aterradora mirada de las mil yardas que se puede apreciar en su foto policial. No obstante, en persona, te destantea por su aire de abuelito amigable, con los lentes recargados en la frente calva, una sonrisa dientuda y chimuela, risotadas de Bugs Bunny y la costumbre de mascar chicle mientras masca el inglés. Tiene muy buen sentido del humor, y es carismático y modesto, pero luego pasa a describirte asesinatos salvajes con completo desapego, y el dibujo que aparece más abajo demuestra lo que piensa de su oficio.
Algunos medios lo pintan como un asesino en serie, al estilo de Ted Bundy o Jeffrey Dahmer, pero sus motivos eran muy distintos, y quizá más preocupantes. A algunas víctimas las mató en venganza por ataques contra mujeres de su familia, lo que podría describirse como "crímenes de honor". Sin embargo, la mayoría fueron en servicio de narcotraficantes; era un Dr. Muerte local, un engrane en la maquinaria de las redes de distribución del cártel. Y eso sienta un peligroso precedente para quienes quieran seguir sus pasos.
Una vida de crimen
Nacido el 13 de junio de 1962 en Fresno, California, Martinez literalmente fue concebido con violencia. En su juicio en Florida, el neurólogo forense Geoffrey Colino testificó que su madre fue violada por un tío, y que el incesto afectó su sistema nervioso central y su cerebro. También fue víctima de un accidente de moto cuando era muy chico, y sufrió daño cerebral que afectaría su juicio y su autocontrol. Colino añadió que había sufrido de desnutrición, lo que afectó su desarrollo.
Martinez vivió su juventud entre California y México, cerca de Cosalá, donde el sur de Sinaloa hace frontera con Durango. Sinaloa es la cuna del narcotráfico mexicano, y esa zona es territorio del capo Ismael "El Mayo" Zambada. Los traficantes sinaloenses se movieron por todo el noroeste de México y establecieron feudos en Tijuana, Mexicali, Nogales, Ciudad Juárez y hasta California, donde instalaron centros de distribución por todo el estado.
En California, Martinez se crio en ranchos con otras familias de migrantes, y pasó mucho tiempo en el condado de Tulare, una franja de pueblos campesinos polvorientos que es el principal productor agrícola de todo Estados Unidos. Sin embargo, viendo las riquezas del crimen organizado, no le interesaba mucho sudar en los campos.
Su madre se consiguió un padrastro que los mantenía con el narcotráfico, y cuando Martinez cumplió 13 años, su padrastro lo mandó en un autobús Greyhound a Indio para recoger un paquete de heroína. Un año después, la DEA hizo una redada en el rancho en el que vivía. Incautaron 2 millones de dólares en droga y metieron a su padrastro a la cárcel.
Martinez dice que cometió su primer asesinato a los 16, en el verano de 1978, para defender a su familia. Su media hermana mayor desapareció, y descubrieron su cuerpo cerca del mar de Salton. El avanzado estado de descomposición de sus restos hizo que la autopsia declarara una causa de muerte indeterminada, pero él estaba seguro de que había sido un homicidio. "Yo sabía quién había sido", escribió.
El adolescente agarró el fusil M1 de su padrastro y reclutó a un primo para unirse al viaje. Manejaron del condado de Tulare al de Riverside, donde, en sus palabras, había una "casucha fea" rodeada de un paisaje de campos, almendros y palmas datileras. Ahí, dice, encontró a tres hombres jugando baraja... y los mató a los tres. Sacaron arrastrando los cuerpos por atrás y los enterraron uno encima de otro, en un hoyo que cavaron donde la tierra estaba más suave.
El caso de su hermana sigue sin resolver oficialmente, y parece no haber expediente sobre los tres muertos. No queda claro que las víctimas siquiera hayan sido reportadas desaparecidas, y ese es uno de los misterios que Martinez mantiene cerca de su pecho. Les contó el crimen a los investigadores, insinuó que las víctimas eran pandilleros e incluso dibujó algunos croquis, pero sigue siendo críptico sobre cómo sabía que eran responsables y sobre el paradero de su tumba.
Sin embargo, incluso hay un narcocorrido sobre el asesinato, y menciona a Martinez de nombre. Los criminales normalmente contratan cantantes para escribirles baladas y les dicen qué información incluir. “El juró vengar su muerte , y muy pronto fue vengada", dice la canción. "Matando a uno por uno, así es como comenzó".
Un punto de vista asesino
Si bien cometió su primer asesinato por familia, el siguiente fue por dinero.
(Sigue leyendo sobre el reclutamiento de Martinez por parte de los narcos, su reunión con el Chapo, su involucramiento en el golpe contra Chalino y su arresto y confesión).