La paradoja de la narcoguerra y la paz en México
La violencia salvaje está mezclada con la "vida normal", e incluso hay crecimiento. ¿Cómo funciona eso?
I am delighted to bring the great Hugo López Araiza Bravo on board to CrashOut to do real (and poetic) translations of the stories. For the original English version of the story click here.
Allá en 2008, estaba filmando un documental en la ciudad mexicana de Culiacán cuando nos topamos por accidente con la escena de un crimen. No es que no quisiéramos estar ahí: habíamos pasado toda la semana corriendo detrás de cadáveres horadados de balas. Sin embargo, normalmente obteníamos la información de un escáner de radio o de un contacto en la policía, y corríamos al lugar. Esa vez, nos tropezamos con el muerto de casualidad.
Un comandante de policía había sido asesinado mientras desayunaba; el sicario lo encontró en un restaurante abarrotado y abrió fuego con una AK-47. Llegamos diez minutos después del tiroteo y la escena era caótica. El cuerpo sangriento estaba postrado en el piso y cada vez había más mirones. Lo filmamos todo y nos quedamos a grabar cómo los forenses examinaban el cuerpo antes de mandarlo a la morgue.
El personal del restaurante limpió cuando se hubieron ido. Luego volvieron a la chamba. Para la hora de la comida, el lugar ya estaba abierto. Podías estar comiéndote una carne asada sin saber que habían matado a alguien esa misma mañana en la mesa de al lado.
El incidente me pareció un ejemplo mordaz de cómo la vida regular en México, incluso en las zonas más violentas, continúa a pesar de toda la sangre derramada. Conforme la narcoguerra ha asolado el país durante la última década y media, la gente ha aprendido a convivir con ella. Hay una paradoja de violencia extrema con masacres, fosas clandestinas y convoyes de sicarios a la vez que todo parece normal e incluso hay crecimiento y progreso.
Esa paradoja ha confundido las ideas que la gente se forma de México, incluyendo el discurso político estadounidense. Sin embargo, comprenderla es clave para desenmarañar la forma atípica de violencia armada que está arrasando el sur del río Bravo. Esto no solo es importante por el costo humano, sino porque México podría estar sufriendo una nueva forma de conflicto que surgirá en otros países en este siglo xxi.
Hay ejemplos dolorosos de gente que vive en el centro de la masacre. Un video viral mostraba a una maestra de kínder cantándoles a los niños mientras estaban tirados en el suelo y tronaban balazos de fondo. La fosa común más grande hasta ahora, con casi trescientos cráneos, fue descubierta en un campo de pastoreo detrás de un fraccionamiento, porque las familias se quejaron del hedor de los cuerpos en descomposición.
No obstante, esto puede verse desde otro ángulo. Mucha gente en México, quizá la mayoría, vive su vida prácticamente aislada de la sangre. La escala de muertes es inmensa, con más de 400 mil homicidios desde 2007. Víctimas inocentes han muerto en horribles atrocidades, y miles de padres y madres buscan sin cansancio a sus seres queridos desaparecidos. Sin embargo, para bien o para mal, la mayoría de la sociedad ha sido resiliente y sigue adelante.
El fuerte contraste entre los reportes de la narcoguerra y las noticias de crecimiento puede verse en un choque de titulares recientes. México acaba de registrar sus periodo más homicida desde que se empezó a llevar la cuenta, pero el peso es la tercera moneda más fuerte del mundo y JP Morgan anunció un "momento mexicano". Los mafiosos usan coches bomba, minas y drones blindados, pero el turismo acaba de romper un nuevo récord. Hay 110 mil desaparecidos, pero el "Expat Insider" afirma que México es el principal destino en el mundo para vivir.
Puedes ver la discordancia con tus propios ojos. Videos de enmascarados con lanzagranadas pueblan los noticieros, pero entras a un Starbucks en la Condesa, en la Ciudad de México, y te encuentras con hipsters sorbiendo sus lattes mientras ven sus smartphones. Gringos jóvenes llaman a sus preocupados padres y les dicen que las cosas no están tan mal como se ven en la tele.
Algunos podrían contestar que México simplemente es cómodo para los extranjeros ricos, mientras la mayoría de los mexicanos sufre la violencia y la pobreza, y que ese siempre ha sido el plan de la guerra contra las drogas. No obstante, eso ignoraría la mitad de la historia. Yucatán, el estado con el segundo mayor porcentaje de población indígena, es el menos homicida. El "turismo nacional", es decir, los viajes de mexicanos a los resorts playeros, también está en auge. La cantidad de estudiantes en educación superior se disparó de 2.8 millones en 2010 a más de cuatro millones en 2021. Y también han asesinado extranjeros.
Se trata de una anomalía genuina. Así que ¿cómo la explicamos?
Un México en tres partes
En otro artículo examinaré más a detalle la mecánica del conflicto. En resumen, la narcoguerra en México puede entenderse como un largo periodo de violencia desde que el presidente Felipe Calderón ordenó una movilización en masa del ejército en diciembre de 2006. Lo que conocemos como cárteles son redes criminales en constante evolución que trafican una enorme cantidad de drogas, a la vez que administran una cartera de otros delitos que van desde el contrabando de personas hasta la minería ilegal. Comandan miles de sicarios, que muchas veces organizan como unidades paramilitares. Elementos de las fuerzas de seguridad colaboran con algunos cárteles mientras combaten a otros y han cometido bastantes masacres propias. Escuadrones de autodefensas comunitarios blandiendo Kaláshnikovs añaden una tercera fuerza al conflicto, aunque a veces sean los brazos ocultos del narco.
Cuando Calderón ordenó el ataque militar, en realidad estaba reaccionando a una violencia creciente, como cuando La Familia botó cinco cabezas en la pista de una disco en su estado natal de Michoacán, en septiembre de 2006. Además, las cifras de homicidios no se dispararon sino hasta 2008. Después de eso, el gobierno calderonista creó una unidad para estimar la cantidad de muertes a manos de cárteles o de las fuerzas de seguridad que los combatían. Esta concluyó que en 2009 y 2010, alrededor de dos tercios de todos los homicidios se debían al conflicto. Cuando Calderón salió de funciones en 2012, los asesinatos no dejaron de aumentar, hasta alcanzar más de 34 mil al año en 2020.
El punto más obvio que explica el contraste es que la violencia no está uniformemente extendida por todo el país, sino que está concentrada en algunos lugares. Tijuana, Acapulco, Ciudad Victoria y Ciudad Juárez se encuentran entre las ciudades más homicidas del planeta. Mientras tanto, la Ciudad de México, por razones que trato aquí, tiene un índice de homicidios más bajo que el de gran parte de Estados Unidos. El estado más seguro, Yucatán, tiene un índice de homicidios comparable al de Finlandia.
En ese sentido, puedes dividir a México más o menos en tres partes. Alrededor de un tercio de los treinta y dos estados, incluyendo los de la frontera y las Sierras Madres, sufren una narcoguerra severa y de los peores índices de homicidios del mundo. El siguiente tercio tiene problemas significativos con la mafia y cifras de asesinatos altas, pero no catastróficas. Y alrededor de un tercio son estados relativamente seguros, con índices de homicidios comparables a los de ciudades estadounidenses medianas.
Sin embargo, hay otra capa de complejidad. Este conflicto no es como una zona de guerra tradicional, donde los combates están confinados a ciertas zonas. No hay frentes de batalla claros. Incluso las ciudades más violentas pueden parecer normales la mayor parte del tiempo, y las ciudades más seguras pueden sufrir una masacre repentina. La narcoguerra puede estar en todos lados y en ningún lugar a la vez.
Las imágenes más claramente marciales son los escuadrones de sicarios vestidos de kaki y montados en trocas estilo Mad Max, como en el infame video del Cártel de Jalisco que se muestra aquí abajo. Los mafiosos solo presumen su fuerza de forma tan desvergonzada en ciertas zonas rurales, como las montañas de Sinaloa o la frontera entre Michoacán y Jalisco.
En las ciudades, sin embargo, los cárteles operan más como guerrillas urbanas, mezclándose con la población y cometiendo golpes que son más bien ejecuciones. En efímeras ocasiones han tomado el poder, como cuando combatieron al ejército mexicano para liberar a Ovidio Guzmán en el Culiacanazo de 2019. No obstante, esa es la excepción, razón por la cual fue una noticia tan impactante.
La cifra total de muertes es comparable a la de zonas de guerra explícitas, pero la mecánica de la violencia es muy diferente. No hay bombardeos aéreos ni ataques con misiles. La electricidad funciona la mayor parte del tiempo y los negocios siguen ganando dinero (aunque sufran de extorsión).
La violencia se ha extendido a las elecciones, pues los sicarios matan candidatos e intimidan a los votantes. Sin embargo, las boletas han entrado en las urnas durante toda la narcoguerra, así que la democracia está destartalada, pero aún funciona. Y el peso sigue apreciándose.
A veces, la resiliencia raya en negación. Fui al pueblo de Cadereyta cuando botaron 49 cuerpos sin cabeza, manos ni pies en una carretera. Los habitantes con los que hablé esa noche lo descartaron como un problema de gente de fuera, que no tenía nada que ver con ellos. Les emocionaba más la semifinal de futbol.
Cuando la gente sufre, es común que prefiera no hablar de ello. Lo mismo puede suceder en comunidades enteras. Así funciona el dolor colectivo. No confrontar la violencia puede permitir que siga sucediendo.
Sin embargo, también hay un espíritu a prueba de todo que he presenciado una y otra vez en los lugares más difíciles. En aquel restaurante de Culiacán, el personal vio un tiroteo traumatizante en el desayuno y no salió huyendo, sino que limpió y siguió con su chamba. La gente lo aguanta todo y sigue adelante. Yo solo puedo admirarlos.
Traducido por Hugo López Araiza Bravo
Copyright Ioan Grillo and CrashOutMedia 2024
Cuando la resiliencia del mexicano es más fuerte que cualquier vejación, lo que hace más incomprensible el fenómeno criminal en México. Existe una voluntad de seguir adelante no solo a pesar si no con todo y los problemas que nos aquejan. El mexicano no gobierna el mundo porque no quiere, dice la vox populi. Gran aportación esta semana. Muchas gracias Ioan.
very interesting analisys of Mexico, a paìs dividido in 3 partes en final, many thanks to share this, i rewteet now in X.