La verdadera historia de la "French Connection"
Milou trabajaba con la mafia de Marsella para abastecer de heroína a los estadounidenses. Lo mismo hacían las agencias gubernamentales.
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La primera vez que “Milou”, o Emile Díaz, fue de Marsella a Turquía para comprar morfina báse fue en 1964, cuando tenía 21 años. Conducía con medio millón de dólares escondidos por todo el coche (en los asientos, bajo el suelo, en un segundo depósito de gasolina) y tenía miedo de que lo atraparan y acabara en una horrible prisión turca. Sin embargo, descubrió que los proveedores estaban protegidos por el ejército turco y no tenía de qué preocuparse.
“Eran intocables”, me cuenta Milou. “En Turquía era imposible que nos detuvieran. Trabajábamos con los militares”.
Milou regresó a Francia en el “coche trampa” lleno de kilos de base de morfina, que es diez veces más concentrada que la goma de opio. Sus socios en la mafia de Marsella pasaron la base por laboratorios para fabricar heroína al 98 por ciento, que, según él, era la más pura del mundo. La enviaron a través del Atlántico a los consumidores del floreciente mercado estadounidense de la droga y obtuvieron millones de ganancias.
Milou es uno de los últimos supervivientes de la llamada “Conexión Francesa”, nombre que acuñó el periodista estadounidense Robin Moore para la ruta de la heroína y que se hizo famosa gracias a la película de 1971 protagonizada por Gene Hackman. Ahora, con 81 años y curtido por cinco estancias en prisión, Milou siente que puede contar su historia sin preocuparse por las repercusiones; recientemente fue llamado a declarar ante el senado francés.
Milou ha cumplido condena por posesión de heroína, cocaína, explosivos, robo y proxenetismo, y ha participado en tiroteos. Pero su trato es agradable y nada amenazante, y su compañía es indudablemente fascinante. Hablamos durante horas mientras tomamos café expreso en un café de Marsella propiedad de su nieto. Nos ofrece información valiosa sobre un capítulo importante y espinoso de la historia del tráfico de drogas.
La Conexión Francesa alimentó el abuso de opiáceos en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1980, sentando las bases para el abuso de heroína y contó con la cooperación de agencias de varios gobiernos.
Turquía era miembro de la OTAN y tenía armas nucleares estadounidenses en su territorio, mientras que, como describe Milou, era un enorme centro de tráfico de opio y morfina de todo Oriente Medio. La mafia de Marsella tenía “amigos” en la policía francesa, el alcalde de Marsella era un aliado y, según afirma Milou, el propio presidente Charles de Gaulle hizo la vista gorda ante la droga que iba a parar a los estadounidenses.
Pero la CIA también había trabajado con la mafia de Marsella (o “milieu marseillais”, como se la conoce) en sus inicios. Utilizó a los mafiosos para reprimir huelgas comunistas en los frágiles años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando temía que Europa se volviera roja. De ese modo, reforzó la misma red de gánsteres y sus protectores políticos que ayudarían a crear el hábito estadounidense de consumir heroína.
El funcionario de la CIA Tom Braden admitió los vínculos con el submundo de Marsella en un editorial sorprendentemente sincero de 1967 titulado: “Me alegro de que la CIA sea 'inmoral'”. Braden estaba respondiendo a las críticas de la época y describió cómo la agencia fue eficaz en la lucha contra el comunismo, canalizando dinero para disolver una huelga portuaria en Marsella en 1950. Incluso identifica la documentación exacta de un pago de $15,000 que le dio a Irving Brown, un líder sindical estadounidense y agente de la CIA, para romper la huelga en Europa.
“Brown lo necesitaba para pagar a sus escuadrones de mano dura en los puertos del Mediterráneo, de modo que los suministros estadounidenses pudieran descargarse a pesar de la oposición de los trabajadores portuarios comunistas”, escribió Braden. “¿Eran ‘inmorales’ los pagos encubiertos de la CIA? Seguramente no pueden ser ‘inmorales’…
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