Los refugiados de la guerra de los cárteles
Mexicanos huyen de las balas y los ataques con drones; Jared Olson viaja a un frente del conflicto
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A CrashOut le encanta encontrar jóvenes periodistas contundentes que se están formando a pesar del difícil entorno mediático. He estado siguiendo a Jared Olson mientras se adentra en territorios difíciles de México, Honduras y otros lugares para realizar un auténtico periodismo de investigación; me complace compartir su artículo desde uno de los rincones más bellos y conflictivos de México. IG
Por Jared Olson
Los vi en cuanto salieron de la tienda: dos jóvenes, casi adolescentes, con chalecos antibalas y rifles en mano, sicarios de un nuevo grupo escindido llamado El Cártel de la Virgen. “Tenemos que irnos”, dice nerviosamente una mujer de la zona, forcejeando con sus botanas y levantándose. Para cuando llegamos a nuestro coche, los sicarios estaban aparcados en su Jeep nuevo y reluciente junto a nosotros y uno de ellos se baja para encararnos de frente.
Es una gloriosa tarde de octubre en la Tierra Caliente de Michoacán, el estado que se extiende desde el Pacífico a través de fértiles colinas hacia la capital mexicana. He llegado a Apatzingán, el pueblo en el corazón caluroso y productor de limón, conocido por las guerras entre cárteles, como parte de un proyecto en marcha para comprender el desplazamiento debido a la violencia. Esta tarde viajé con un grupo de mujeres trabajadoras de mediana edad con los "Pancho Villas" (o Frente Popular Francisco Villa), un grupo activista que brinda ayuda a algunos de los miles de personas que han huido de sus hogares en la región. Terminamos en un impresionante pueblo en la cima de una montaña llamado Acahuato.
El joven sicario nos observa, sin palabras, mientras nos acercamos, sosteniendo una ametralladora M60 negra y aceitosa con un cargador de caja. "Abrázame como si fueras de la familia, finge que estás feliz", me susurra una mujer de los Pancho Villas, pasando el brazo por encima de mi hombro en un gesto fingido de juguetón.
El comando de dos hombres, como los lugareños llaman a las unidades paramilitares callejeras de los cárteles, nos estudia mientras subimos al vehículo, luego nos sigue mientras salimos del pueblo antes de alejarse cuando descendemos la montaña, ahora a salvo, explica la mujer, riendo con una nerviosa liberación de adrenalina, mientras cruzamos al territorio de una pandilla rival.
Hombres armados como estos han obligado a cientos de miles de personas en todo México a huir de sus hogares, con matones que desatan asesinatos, masacres, incendios provocados y, ahora, ataques con drones. Algunos huyen porque presencian un asesinato, otros porque no quieren pagar la extorsión, otros porque los cárteles quieren apoderarse de sus tierras o despejar zonas de posibles rivales. Quienes huyen a menudo tienen miedo de hablar, pero tras varios viajes encuentro personas que describen cómo asesinaron a sus seres queridos, cómo los sicarios les exigen dinero y ven cadáveres mutilados en sus calles de tierra.
En el lenguaje jurídico, quienes huyen de su hogar pero permanecen en su país se denominan "desplazados internos", mientras que quienes cruzan la frontera son refugiados o solicitantes de asilo. Según el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos, 392,000 personas han huido de sus hogares dentro de México desde 2008, aunque varios ONG y periodistas creen que la cifra es inferior a la real.
La Tierra Caliente de Michoacán es una de las peores zonas para los desplazados, azotada por una guerra constante en la que cárteles cambiantes se disputan las riquezas provenientes de la metanfetamina, la cocaína y los opioides, así como las extorsiones a los productores de aguacate y limón, las minas legales e ilegales y la tala de árboles. Actualmente, el Cártel Jalisco Nueva Generación o CJNG (ahora designado por el Departamento de Estado como organización terrorista extranjera) está en guerra con una alianza de malandros conocida como los Cárteles Unidos (también designados como terroristas). Este conflicto se complica aún más por los escuadrones de pistoleros que se separan y cambian de bando constantemente; el Cártel de la Virgen con el que me topé recientemente había pasado de los Cárteles Unidos al CJNG.
Miles de personas también han huido de las guerras de cárteles en México para solicitar asilo en Estados Unidos, lo que se suma a un total de 3.7 millones de casos atrasados en los tribunales de inmigración estadounidenses, que abarcan desde Venezuela hasta Haití e India. México tiene una de las tasas de éxito más bajas en solicitudes de asilo, con menos del 17% de los solicitantes obteniendo refugio el año pasado, en comparación con una tasa de éxito del 88% para los afganos. Aún está por verse si la designación de los cárteles como terroristas hará que los jueces sean más comprensivos con quienes dicen huir de ellos.
Muchos de los desplazados son prácticamente invisibles, pues acaban de mudarse con sus familias o a otras aldeas empobrecidas de las montañas, donde pueden encontrarse con los mismos problemas. Muchos más en Tierra Caliente están pensando en huir, sobre todo porque los cárteles han intensificado su presencia utilizando drones improvisados con bombas caseras.
“Los niños aprenden a escuchar los drones”, dice Carmen Zepeda, líder local de Pancho Villas y regidora del partido gobernante Morena. “Lo llevan en la sangre. Se traumatizan…
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